sábado, 2 de mayo de 2015

jueves, 25 de agosto de 2011

La Seductora Mentira de la Decisión






Ficción, belleza y amor.
Facedme, buen rey, justicia.
¡No me la queráis negar!
Rey que no face justicia,
non debiera reinar,
ni cabalgar en caballo,
ni con reina folgar,
no comer pan a manteles,
ni menos, armas tomar.
La desesperada Jimena Gómez / Romancero del Cid

A primera vista, la voz decisión inspira la idea del control sobre sí. Describe el instante mágico de quien, desde lo más sabroso del tiempo presente, hace un quiebre con la realidad; secciona, genera el pasado y, con ello, el futuro. Administra tiempos. Por eso es específicamente humano (perteneciente al ámbito de lo volitivo). Inconscientemente, las decisiones se vuelven las riendas que tenemos para encauzar el fatal caos de lo que consideramos desordenado. Y en el Derecho, la mayor cuna de este tipo de ejercicios, son las decisiones –en especial las decisiones sobre las decisiones- lo que separa lo justificado de lo derechamente ilícito, lo jurídico de lo anti-jurídico.
Resulta más o menos necesario entonces, según uno se avoque al estudio, análisis, preparación o toma de decisiones –y a esto último, nos avocamos todos diariamente-, revelar el gran secreto que encierra. En este trabajo nos esforzaremos en explicar cómo las decisiones, en cuanto despliegue de la voluntad (voluntad in praxis), no son más que obras de ficción. Y como tal, están sujetas a una valoración estética, ejercicio que finalmente atañe su relativa adecuación con el Amor. Para ello, haremos uso de la agudeza de Friedrich Nietzsche quien, desde su particular visión crítica, es el principal impulsor de los estudios y teorías de la voluntad.
Si bien desde sus primeros escritos la voluntad ya es una de las temáticas principales de su obra, -en la forma de voluntad de artista, una transgresión del concepto “voluntad” de Schopenhauer[1]-, es en su etapa de madurez cuando se preocupa de develar el secreto que encarna de un modo más original. En Más Allá del Bien y del Mal, el filósofo alemán describe la complejidad estructural de la voluntad, caracterizándola como una pluralidad de sentimientos, un pensar y, sobre todo, un estado afectivo psicológico. Un afecto de superioridad con respecto de aquél que tiene que obedecer, consistente en una tensión de la atención, la interna certidumbre de que se nos obedecerá, y todo lo que forma parte del estado propio del que manda. De la mano de este afecto - "asombrosamente" según el autor-, la voluntad está determinada por el hábito de los hombres para pasar por alto, olvidar engañosamente, una característica de su esencia: su dualidad inherente.

Un hombre que realiza una volición –es alguien que da una orden a algo que hay en él, lo cual obedece, o él cree que obedece. Pero obsérvese ahora lo más asombroso de la voluntad –esa cosa tan compleja para designar la cual no tiene el pueblo más que una única palabra: en la medida en que, en un caso dado, nosotros somos a la vez los que mandan y los que obedecen, y, además, conocemos, en cuanto somos los que obedecen, los sentimientos de coaccionar, urgir, oprimir, resistir, mover, los cuales suelen comenzar inmediatamente después del acto de la voluntad; en la medida en que por otro lado, nosotros tenemos el hábito de pasar por alto, olvidar engañosamente esa dualidad, gracias al concepto sintético "yo", ocurre que la volición se ha enganchado, además, toda una cadena de conclusiones erróneas, y por tanto, de valoraciones falsas de la voluntad misma, -de modo que el volente cree de buena fe que la volición basta para la acción[2].
Así entonces, si la voluntad como voluntad de poder (Wille zur Macht) -un conjunto de fuerzas en perpetua oscilación-, es objeto de una generalización injustificada y de un monismo malvado[3] que corrientemente olvida el propio acatamiento del agente en su ejercicio ¿qué queda, entonces, de su puesta en escena, la decisión coactiva? Según Nietzsche, sólo un engaño expreso, una conclusión errónea -enganchada a la falsa representación de la voluntad-, correspondiente al acto de ocultar la multiplicidad de las fuerzas volitivas a través de una determinada valoración interpretativa de sentido. Se trata de “capturar el mar llenando un balde”; seleccionar una ínfima parte de un todo orgánico -que es la voluntad- para justificar la suposición de que la volición basta para la acción. Un practical joke[4] que nos auto-infligimos. Una mentira.



El rito de la Justicia, con sus formas y solemnidades, se constituiría entonces en el complemento necesario para la decisión judicial. Su labor sería la de “puesta en escena” (miscè en scène) para perfeccionar el engaño de manera creíble, reactualizando los símbolos, que integrados al inconsciente, están relacionados con aquello que corresponde a cada uno por derecho. Signos de signos, implantados a favor de una ficción, tal como el autor de una novela rescata distintos trazos de la realidad para construir una obra: para pretender autoridad, un estrado alto, inalcanzable para el súbdito; para pretender seriedad, las corbatas inmaculadas; ecuanimidad, la balanza; y así, un abundante etcétera. Y por otra parte, fojas y fojas que culminan en el remate narrativo de la sentencia, punto cúlmine de la obra de arte política y económica que significa el procedimiento judicial. Una ficción elaborada para el propio bienestar, en resumidas cuentas, un arte social.
Ahora bien, para que una mentira sea creíble, debe ser buena. No basta que esté arropada de los símbolos más profundos. Las revoluciones pueden atestiguar en contra de ello. De la infinita posibilidad de interpretar el mundo, Nietzsche nos propone que hagamos de dicha interpretación un engrandecimiento, no una decadencia. Que mintamos bien. Para ello, nos alumbra con el siguiente fragmento póstumo,
Se miente bien cuando se ama, ante sí y a propósito de sí; uno se presenta a sí mismo transfigurado, más fuerte, más rico, más perfecto, es más perfecto… Aquí encontramos el arte como función orgánica: le encontramos inscrito sobre el angélico instinto de la vida; le encontramos como el mayor estimulante de la vida, -el arte tiene, por tanto, una finalidad sublime incluso en la mentira…Pero no nos engañaríamos si no nos ajustasemos [sic] a su fuerza para mentir: hace algo más que imaginar meramente, llega a desplazar los valores. Y no sólo desplaza el sentimiento de los valores… El que ama vale más, es más fuerte. […] El que ama se prodiga, se siente lo bastante rico para ello[5].
Luego, la decisión, en cuanto buena mentira, constituye un hermoso simulacro que estimula la vida y, por consiguiente, subvierte valores. En su estado más perfecto está dotado de tal belleza intrínseca, riqueza y fuerza que, por encima de todas las jerarquías, aun puede –y debe, en el caso de la decisión judicial- echar mano a reglas racionales moldeables: la argumentación. De ahí que le sea menester dotársele de la técnica necesaria para la producción artística, los elementos constitutivos de que la posterior obra de arte -que es la mentira- va estar hecha. El fruto de una susceptibilidad inventiva -ante sí y a propósito de sí-, que, en vez de ser mero ornato, manipula la reunión de todos los contrastes para alcanzar la más alta idea del poder, el poder sobre cosas contrapuestas. En fin, una estética omnipotente que se alza legisladora por sobre la moral e incluso sobre los dictados de la razón de los cuales echa mano.
En términos nitzscheanos, en esta conducta (el “mentir bien”) estriba la posibilidad de reconducir el nihilismo desde una postura reactiva a otra activa. Si, según Nietzshe, “se miente bien cuando se ama”, entonces, “se decide bien cuando se ama”. El llamado de Nietzsche, después de descubrir el velo que es la decisión, es la conquista del amor. La voluntad como (auto) engaño y la decisión como testimonio de su mentira, “posee, especialmente en el caso del artista y del enamorado, un carácter mágico, irracionalizable, porque en ellos está más viva la conciencia de que lo acontecido sólo puede ser relatado como un cuento –queremos decir: como interpretación, falseamiento al tiempo que desciframiento de unos signos mediante otros signos. No hay un único relato que narre la verdad de lo ocurrido, de los sentimientos. Pero el enamorado, como el poeta, sabe mentir bien cuando expresa sus vivencias como acontecimiento amoroso; pues eso le abre un generoso comercio con otro ser, con otra vida… Su interpretación es así la más estimulante”[6].


Es por ello que no hay razón para no extender este imperativo amoroso al jurista, sino que, por el contrario, debemos propugnarlo con fuerza. Esta espiritualización se traduciría, especialmente en el campo de lo jurídico, en el cese de las imposiciones violentas del Estado y, como contracara, en la ampliación de la faz más amable de la obediencia. Ello, que no significa la extirpación de poder alguno –decisión mediante-, matiza bastante esta orientación natural, convirtiendo el mero ejercicio de decidir en un verdadero acto de seducción. Ejercicio creativo, a la vez apremiante y terapéutico, en el cual la máxima de “dar a cada uno lo suyo” llena de vitalidad exorbitante los más diversos ámbitos, entre otros, el social y el político (idea que, por lo demás, abre de par en par las puertas a una Constitución Poética). Por otra parte, en lo que respecta estrictamente al campo de lo judicial -el ámbito más específicamente decisorio-, dicha espiritualización otorgaría un nuevo sentido al principio de inexcusabilidad. Éste, antes de constituir una cuestión procedimental o, a lo sumo, ideológica, se justificaría -tal como Jimena se lo expresa al Cid (Facedme buen rey, justicia./¡No me la queráis negar/Rey que no hace justicia,/non debiera reinar,/ni cabalgar a caballo/ni con reina folgar,/no comer pan a manteles,/ni menos armas tomar), en una imperiosa exigencia hacia del juez en cuanto protagonista amoroso de una verdadera revolución artística[7], y, por eso, de la mayor responsabilidad.
En conclusión, ya advertido el carácter de obra de ficción de las decisiones, especialmente aquellas adornadas con una misce en scène y dirigidas a la comunidad, los hombres de derecho deben avocarse a una evolución de su quehacer. Conforme a lo planteado, si se va a mentir inevitablemente por la naturaleza del oficio, que se haga convincentemente. Que el acto decisorio sea un evento artístico potente, en tanto en cuanto a la preparación estrictamente material y literaria; en tanto en cuanto del sentido amoroso de la existencia jovial. De esta manera, nos aseguraremos que las decisiones jurisdiccionales, administrativas, legislativas (y aún doctrinales) surjan como profundas y seductoras disposiciones normativas que propugnen la mayor paz social posible -aquella fundada en el sentido del amor-.
Una gran tarea para Ubermensch: una Justicia Amorosa, virtud que hace regalos.




[1] Si bien no es la meta de este trabajo preocuparse de ello, el conocimiento de su pensamiento de juventud es fundamental para comprender el desarrollo conceptual que desemboca en el Wille zur Macht. Existen muchas obras al respecto, y sólo de modo ejemplar cito a ESTEBAN, Juan Emilio: El joven Nietzsche. Política y Tragedia., Madrid, Biblioteca Nueva, 2004.
[2] Más Allá del Bien y del Mal, traducción Andrés Sánchez Pascual, Madrid, Alianza Editorial, 1980, pág. 39-40.
[3] Cfr. Za, págs. 132: ¡Malvadas llamo, y enemigas del hombre, a todas esas doctrinas de lo Uno y de lo Lleno y lo Inmóvil y lo Saciado y lo Imperecedero!
[4]El término anglosajón practical joke o gag dícese de un truco para hacer sentir a otro tonto o victimizado, usualmente con fines humorísticos. Se diferencia del chiste en que se trata de un hecho, generalmente actuado, en vez de historias orales o escritas.
[5] Fragmentos Póstumos, en la versión de Colli y Montgnari inscritos en el parágrafe 14 <120>. Recogido de BARRIOS, Manuel: La voluntad de poder como amor, Madrid, Arena Libros, 2006, pág. 86.
[6] BARRIOS, Manuel: pág. 89.
[7] Por supuesto, encuadrado dentro del ámbito propio de lo jurídico y sus fines especiales. Tal como un escultor está supeditado al material sobre el cual trabaja, los criterios normativos de juridicidad y demás que fundan una argumentación jurídica, derivada del modelo democrático, sirven de límites en la construcción de “una buena mentira”. En este sentido, ZAGREBELSKY, respecto a la interpretación judicial, señala que: “la cotidiana y viva interpretación de la ley la acerca a las siempre cambiantes exigencias reguladoras de la sociedad. Y esta interpretación evolutiva, que ningún legislador, desde Justiniano en adelante, ha sido capaz de impedir, ¿qué es sino la manifestación de esa imprescindible conexión entre lo que está establecido y la razón por la que está establecido, es decir, su presupuesto? Si no fuera así, la evolución interpretativa sería pura arbitrariedad” en ZAGREBELSKY et al.: La exigencia de justicia, Madrid, Trotta, 2006 pág. 36.

domingo, 10 de julio de 2011

El día que yo me vaya





Cuando el universo me abandone
y el viento desgaste mis manos
y abrevie mis pasos.

Cuando el sol esté ausente del cielo
y no me alcance el día.

Cuando el mundo no me proteja del vacío.

Cuando el todo se aleje
y se confunda en la nada.

Cuando en la noche se refleje mi antigua duda
y ya no vea en ella mis ojos...

Entonces, cambiaré mi torpe cuerpo por las alas
con las que entraré en las mañanas del despertar eterno
más allá de los sucesos momentáneos.

Extasiado por las sutiles y vagas nubes,
donde se repetirá la tenue luz que es la vida,
sabré el misterio entero
para poder escribir por fin el poema.

Porque eso es la vida.
Un constante tejer y destejer de vagas sombras,
sin más sentido que la belleza.


Facundo Cabral
(1937-2011)


viernes, 3 de junio de 2011

Carta al Director





Señor Director:

Junto con saludarle muy cordialmente, me dirijo a Ud. para felicitar públicamente – a través de su periódico-, al muy honroso pueblo de Algarrobito, enclavado al inicio del bellísimo Valle de Elqui.

El domingo recién pasado, por esas casualidades del destino, estuve de visita en ese pueblo. Grande fue mi sorpresa cuando leí en un cartel que justo al mediodía, en la parroquia del lugar, se oficiaría una Misa Tridentina (de aquellas que se estilaban antes del Concilio Vaticano II) a propósito del Día del Patrimonio.

Ya dentro de la Iglesia mi sorpresa fue aún mayor. El lugar estaba repleto de un piadoso público que, frente a un muy cuidado altar, presentaba una elegancia pocas veces vista en los días que corren. La honda espiritualidad se sentía en el aire, mientras el canto elevaba las almas de aquellos que respondían en un latín preconciliar a las diferentes partes del oficio religioso.



Debo dejar en claro que no es mi intención discutir sobre las repercusiones eclesiales de tal acto. Menos aún podría indagar en sus repercusiones teológicas. Sin embargo doy fe que fui parte de una experiencia estética maravillosa, que incluso me empujó a comulgar después de mucho tiempo. “Suma belleza, suma verdad”, según Tomás de Aquino.

Ahora bien, todo esto me hace reflexionar sobre una cuestión mucho más mundana que comparto con Ud. y su público lector. Si conviene Ud. que La Serena y su valle de Elqui corresponden a lugares especialmente espirituales (no olvidemos que tratamos de la ciudad “de los campanarios” y el valle “de las estrellas”), donde por ejemplo nuestra Gabriela Mistral engendró su poética más panteísta, ¿cómo puede comprender que nuestra ciudad pareciera crecer a espaldas de esta realidad?

No hay que ser un sabio para darse cuenta que la actual política de crecimiento de La Serena prefiere por mucho a la cultura del consumo que a la del espíritu. Es sólo cuestión de mirar el centro urbano para notar la disarmonía que algunos edificios comerciales representa para nuestra arquitectura más sentida. Lo mismo respecto del afán turístico estacional -con sus proyectos inmobiliarios titánicos-, que se construyen a espaldas del componente humano permanente y de nuestra más arraigada tradición serenense. Ejemplos podría seguir contando por montones…


Felicito entonces al párroco de Algarrobito y a su pueblo que, empujados por su fe religiosa y su sentido común, pudieron actualizar el verdadero patrimonio de esta zona tan particular. Con humidad levantaron un verdadero monumento en aquella iglesia, no sólo en cuanto a la pulcritud del edificio que cobija, sino que, más importante aún, como un lugar verdaderamente significativo para sus feligreses. Un patrimonio material e inmaterial.

De paso, corresponde a su vez hacer un llamado de atención para las autoridades. Si ellos - tal como lo hizo un pequeño pueblo campesino-, ven con los ojos del corazón, notarán que el bienestar social no está solamente vinculado a la economía de mercado, sino que también a las necesidades intelectuales, espirituales y (re)creativas de todas las personas.

Publicada en el Diario el Día de La Serena, el 3 de Junio de 2011

(P.D. Encontré fotos de la misa en http://bit.ly/jKLMqp)


domingo, 6 de febrero de 2011

El Corazón Riendo*




tu vida es tu vida

no dejes que entre a un club de sumisión fumada

estad atento.

siempre hay salidas.

hay una luz en algún lugar.

puede que no sea mucha luz pero

vence a la oscuridad

estad atento.

los dioses te ofrecerán posibilidades

conócelas.

tómalas.

no puedes vencer a la muerte pero

puedes vencer a la muerte en vida, a veces

y mientras más seguido aprendas a hacerlo

mayor luz habrá.

tu vida es tu vida

sabedlo mientras la tienes.

tú eres maravillos@

los dioses esperan para deleitarse

en ti.



*Traducción libre del poema The Laughing Heart de Charles Bukowski

sábado, 22 de enero de 2011

Un asunto humano, demasiado humano





Un Troll es útil porque nos revela que nuestras ilusiones bellas
se construyen sobre un mundo horroroso.
Alejandro Jodorowsky

Estimad@,

Junto con saludarle cordialmente, le escribo para dar cuenta de los hechos acaecidos con fecha de hoy y que, según conozco, han generado gran revuelo. Le solicito paciencia para expresarme latamente y así producir en Ud. la mayor inmediación posible:

"El día miércoles 12 de enero, en circunstancias que, conforme al procedimiento, he tenido la oportunidad de conversar telefónicamente con la mayoría de los clientes, he obtenido de una señora -a quien presumí secretaria-, la información de que los ejemplares destinados a su oficina no habían llegado. La misma persona, en un tono raramente agresivo y prepotente, me solicitó la entrega "personal" de otros ejemplares del mismo número de manera "inmediata", incluso antes de revisar el problema que ocurría con el respectivo envío. Aquella vez, convenientemente, asentí de manera parcial a su petición -pues no aceptaba negativa alguna-, sin perjuicio de iniciar una investigación interna que concluyó en que la dirección con la que contábamos no correspondía al domicilio actual del destinatario.

El día de ayer di cuenta de esta situación recibiendo por respuesta que dicha cliente mantenía un "trato especial" ya que no era raro que devolviera ejemplares para su cambio al más mínimo detalle de presentación.

Pues bien, atendidas estas circunstancias, el día de hoy hice una visita en terreno para verificar el domicilio actual del cliente en cuestión, presentarme debidamente y dar una muestra de un ejemplar en calidad mediana. Al llegar al domicilio ubicado en una zona comercial de Providencia, me di cuenta de que el cliente correspondía a una distribuidora de textos y que estaba en sus bodegas. Fui recibido por la mencionada señora quien -apenas me había presentado-, me increpó en duros términos, no sólo rechazando la calidad del texto que llevaba conmigo sino que rechazando también de manera muy descortés la posibilidad de recibirlos vía correo postal.

Ante esta situación del todo desagradable intenté - en un plan conciliador-, llegar a un acuerdo: Le hice saber que -en conformidad al compromiso que se mantenía con ella antes de que yo tomara el encargo-, si bien podía gestionar la distribución pendiente por medio de un estafeta que procuraría entregarle ejemplares recién impresos de la Revista, en lo sucesivo dicha gestión no estaba contemplada en nuestras políticas.

La señora -a esta altura completamente fuera de sí y en un tono ostensiblemente indecoroso-, me respondió que en mi calidad de funcionario la sola misión que me tocaba era de realizar el encargo tal cual ella lo solicitaba. Esta vez mi respuesta -algo imprudente, lo admito-, fue que yo no era sino un egresado de la Universidad. Inmediatamente ella sugirió que en cuanto me pagasen a igual conclusión había que llegar. He ahí cuando realicé un segundo comentario que también admito imprudente: -"Su Distribuidora está el plena libertad de suscribirse a la revista o no hacerlo"-.

En este punto, a tal nivel de incomunicación habíamos llegado que claramente no había más que hacer en esa bodega. Si en un principio pensé que iba a encontrarme en una oficina donde podría conversar acerca de la manera más conveniente para realizar la referida distribución, ahora había perdido toda esperanza de urbanidad y me encontraba con una señora amenazante que gritaba cómo "iba a ver" que volvería a entregarle las revistas tal cual "ella quería" mientras desesperadamente llamaba por teléfono. ¿Qué podía hacer sino una retirada lo más elegante posible? Ya había cometido dos imprudencias motivadas por un trato personalmente vejatorio -no iba a exponerme a nuevas faltas de respeto- y no estaba dispuesto a seguir en una posición que además de desventajosa, era desde todo punto de vista desagradable."
Así las cosas, el curso de acción queda en sus manos. Entiendo que han habido nuevos hechos que pueden determinar cuestiones referidas a este procedimiento de distribución. Estoy a lo que Ud. disponga. Por mi parte, reconozco mis faltas ya referidas - sobre todo el hecho inicial de dirigirme a la oficina del cliente sin noticia-; pensé que era lo más adecuado conforme a lo expuesto. Pensé que iba a ser un asunto envuelto en una cordialidad formal, estrictamente laboral. Nunca pensé que iba a devenir en un asunto humano, demasiado humano.

Muy atentamente,

Su humilde servidor.

martes, 4 de enero de 2011

Despedida




"La Muerte es la compañera del amor,
la que abre la puerta y
nos permite llegar a Aquel que amamos".
San Agustín

Abuelita Margarita, hoy la despedimos con tristeza. Mucho de lo que somos como familia -y aún seremos en el futuro- se lo debemos a Ud. y es por eso que me siento muy honrado en declarar lo que su persona significa para nosotros.

Junto con mi tata René, queridísima abuelita, Ud. formó una hermosa familia de la cual nació Marcela, Margarita, René y Renán. Con el tiempo se sumaron nietos: Catalina, Fernanda, Víctor, Claudia, Belén, Verito, Pía y Renán y, por último, un bisnieto: Héctor. Con todos fue Ud. una adorable esposa, madre, abuela y bisabuela.

El pueblo de Algarrobito, nuestro eterno refugio dominical, es prueba de la belleza de su vida (si pudiese recordarla sólo en un lugar, es seguro que allí -al inicio del valle de Elqui- es donde la recordaría). Arraigada quedará la memoria de su mesa atiborrada de gente compartiendo, con espíritu campesino, la auténtica sabiduría popular; arraigado quedarán esos patios y huertos -muy cerca de la pequeña plazita- donde siempre hubo niños jugando felices, protegidos a su cuidado. Pasará mucho tiempo antes de que en esa tierra se esfume la estela de su profundo amor y de su enorme respeto por todo lo que es bueno y digno...

El sentimiento de su partida nos embarga. Me resulta inevitable inquirir tal como lo hizo Cristo en la cruz: “¿Señor, por qué la ha abandonado?”, ¿por qué se la ha llevado? Y allí, en la soledad de la fe, no tengo otra alternativa más que reconocer su sensible fallecimiento como el producto de un inefable poder que hoy le abre la puerta a una nueva vida.

Doy testimonio que Ud. fue ejemplo de amor cristiano. Siguió fielmente las enseñanzas de san Pablo: Tuvo un amor sincero. Aborreció el mal y procuró todo lo bueno. Su amor fraternal fue verdadero cariño y fue siempre trabajadora y diligente. Fue fervorosa en el Espíritu y sirvió al Señor. Tuvo esperanza y fue alegre. Fue paciente. Oró. Compartió con sus hermanos y los necesitados. Acogió a los que estaban de paso. Bendijo. Se alegró con los alegres y lloró con los que lloraban. No buscó grandezas y fue humilde; nunca se tuvo por sabia aun cuando lo era.

Estamos eternamente agradecidos de la bendición de su vida: un regalo administrado en base al amor y a la familia. ¿Qué mejor demostración de entrega en el amor que su mirada liviana y su sonrisa a flor de boca? ¿Qué mayor felicidad que su recepción cordial y compasiva? Atesoro los momentos en que, aun con paso cansino y con molestias que se acrecentaban, Ud. nos ofrecía verdadera humanidad apenas hubiésemos pisado el portal de su casa. Ese calor será la brújula con que hemos de dirigir nuestros pasos en el mundo.

Abuela mía, este consuelo, el inicio de la aceptación de su partida, cala profundamente en nuestros corazones y le otorga sentido. Allá arriba nos veremos de nuevo -nos encontraremos con el tata, también-, y repetiremos esas hermosas tardes en que nos enseñó de la vida buena, de la vida humilde, de la vida generosa y en fin, de la vida pura.

*A nombre de la familia, les doy mis más sinceros agradecimientos por su asistencia a esta despedida. Estoy seguro que nuestra abuelita nos mira cariñosamente desde su nuevo umbral, junto con los ángeles celestiales y todos los santos, gozando de la dicha de ver el rostro del Dios que es infinitamente bueno, bondadoso y justo.

Margarita Elsa Gálvez Muñoz, descanse en paz.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cardinales






Inteligencia creativa, conveniente y amorosa,
Creatividad conveniente, amorosa e inteligente,
Amor inteligente, creativo y conveniente,
Conveniencia amorosa, inteligente y creativa.


Estos son los verdaderos cardinales.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Extricatio - Charles Dumoulin


¡Le era tan familiar esa biblioteca! Todos los días la recorría palmo a palmo: tomaba los libros que aguardaban silenciosos sobre las mesas, leía sus títulos e, imaginándose a su anterior lector, los hojeaba sin embarazo.
Aquella vez se encontró con el antiguo volumen del Extricatio Laberynthi Dividui et Individui:
-"Qué extraño"- se sorprendió-, "nunca había escuchado de semejante libro".
Entonces, lentamente como quien saborea lo desconocido, comenzó la que sería su última lectura:
"No ha habido, ni hay en todos los océanos del Derecho, un piélago más turbulento, profundo y peligroso que el tratamiento de lo divisible e indivisible:...*".

Y allí, en la biblioteca, cuerpo y mente se confundieron en la más infinita oscuridad.

*"...ni los más sabios juristas están a salvo de perderse en él".






viernes, 12 de noviembre de 2010

Politik Sci-Fi


En honor a un par de amigos que han lanzado este concepto en más de alguna oportunidad, me permito una propuesta política complementaria para mi país extraterrestre. En cualquier caso, ellos no son responsable de las locuras que siguen, sino sólo de su inspiración:




Propuesta Número 2: DEMOCRACIA AGÓNICA

“las instituciones democráticas son establecimientos de
cuarentena contra la antigua peste de los apetitos tiránicos:
en cuantos tales muy aburridas y muy útiles”
Frederich Nietzsche

Atentos al concepto revolucionario de la Democracia Moderna -que enarbola a la Igualdad junto a la Fraternidad y a la Libertad como valores principales-, los nuevos habitantes de nuestro planeta, conscientes de sus deficiencias, deciden transgredir el modelo. Proponen eludir toda posibilidad de control social profiláctico, por lo que entronan una nueva tríada democrática: Pluralismo-Fraternidad-Libertad; la diferencia al servicio de la Democracia.

-"En nuestro planeta no existirá un sólo pueblo, sino miles"- dice un habitante. Cada grupo de la sociedad tendrá un estatuto propio conforme a sus distintas particularidades -por mínima que éstas sean-: habrán garantías para el desarrollo de los jóvenes, de los ancianos, de las mujeres, de los hombres, de los niños, de las distintas razas, de los que profesen las más distintas actividades, de los vegetarianos, de los nacidos en todos los meses de año (según el calendario que fuese), de los religiosos, de los que tengan los más oscuros intereses, etcétera. Estos estatutos se imprimirán en textos sagrados, constitucionales e infinitos (pues siempre aparecerán más categorías) cuyo principal fin será la consecución de la mayor conciencia de individuación posible (en oposición al bien común decimonónico).

Así, propendiendo al "perfecto desorden social", el sistema político observará apenas un principio insoslayable: La Igualdad en la Diferencia. En cuanto tal, la Democracia -agonizante, ante los embates del Pluralismo-, se servirá del caos legislativo, sólo restringiéndo sus dictados a favor "del otro".

En ese orden de ideas, se fomentará la propia identificación del individuo con sus características propias -biológicas, psicológicas, sociales y culturales-, para luego desarrollar un intercambio radical, donde las distintas individualidades puedan enfrentarse en un contexto que aunque programático, resulte belicoso. Las disputas que se necesariamente se generen serán solucionadas mediante mecanismos de Justicia Restaurativa según los cuales -a posteriori-, los propios contrincantes asumirán su responsabilidad en el creación del conflicto.

Por supuesto, no habrá dinero alguno que iguale económicamente los distintos bienes, sino que se practicará el trueque para la adquisición de todo tipo de propiedad, material o inmaterial. Los jóvenes podrán conseguir alimentos por la escucha de los latidos de sus potentes corazones, mientras que los viejos intercambiarán sus experiencias por el trabajo físico de los más fuertes. Se incentivará la vida de campo en la ciudad y los beneficios de la ciudad en el campo.

En conformidad al principio de Democracia Agónica (o Igualdad en la Diferencia) no se necesitará de instrucción formal alguna, puesto que cualquiera que esta sea se vuelve incompatible a la deseada desigualdad entre los hombres. Se impulsará, sin embargo, la educación a través de la tradición oral, que deberá conformarse con las raíces míticas e históricas que inevitablemente forjará este planeta habitable. En ese respecto, la educación tomará la forma de experiencias iniciáticas, donde las apreciaciones estéticas servirán de base para los juicios éticos que correspondan.

Infórmese y archívese.


jueves, 11 de noviembre de 2010

La Justicia como Ícono



La Justicia sentada, impasible. Una mujer con los ojos vendados, que porta una balanza y una espada. Este es el ícono Justicia que adorna edificios públicos, plazas y nuestro propio inconsciente. Modelo iconográfico, correspondiente al desarrollo de un concepto trasvasijado a la imagen, que impregna nuestra propia cultura. Surgida de las distintas inquietudes sociales a lo largo de la historia occidental (de fuente popular o de élite, según los tiempos), formael caldo de cultivo para una oculta poética.

Esta solapada vertiente de la Justicia, la icónica, se aleja a zancadas de aquellas frías abstracciones a las que nos tienen tan acostumbrados los juristas -teóricos sobre el Derecho y su objeto-. Parcialmente virgen de los atentados de la razón, a ello les resulta indigna de mayor análisis. Olvidan que, provista de un aura numénica, es esta dimensión de la Justicia la que se constituye en ilusión inspiradora para muchos de los que leen entre líneas el texto legal, aquellos que se regocijan con su espíritu vivificante. Y para estos últimos, lo que sigue.

Trazaremos intuiciones sobre las raíces más remotas del ícono justicia, aquellos pre-helénicos que inauguraron el desarrollo estético occidental. Desde allí descubriremos el arquetipo, reconociendo una simbología trágica básica, para luego identificar un cierto desarrollo estético. Intentaremos una reconstrucción del símbolo, tarea olvidada de aquellos que se preocupan de la Justicia en el caso concreto, pero esencial para los que discurren sobre su valor. Sabemos que la tarea no es fácil, pero al menos como un primer paso somos conscientes de la poética responsabilidad que nos convoca.




TEMIS Y NÉMESIS


La primigenia Justicia estaba constituida por dos referentes mitológicos de la edad dorada de los griegos: Temis (el orden) y Némesis (el deber). Extrañamente ambas diosas reciben cultos similares en modo, lugar y tiempo aunque sus figuras no suelen coincidir en los relatos. Mitológicamente apenas se relacionarían en su cercanía con Zeus, el Padre del Cielo, aunque en medidas muy distintas. Mientras Temis recibía un trato igualitario y respetuoso por el máximo dios, en algunos relatos Némesis se cuenta como objeto de un amor no correspondido, que marcaría una relación violenta y de rechazo. Desde este punto de vista ya vislumbramos una tensión en el imaginario presocrático. Por un lado Temis, la gracia inmaculada, belleza que supera la frivolidad del desorden orgiástico, encaramándose en las altas cumbres del Orden; y por el otro Némesis, la espuria, desordenada y finalmente mancillada por el Supremo. Una tensión que se advierte en sus respectivos mitos.

Temis es una Titánide, un tipo de poderosa deidad a la que los antiguos rendían homenaje inspirados en el orden divino, las leyes, las costumbres y la correcta relación entre el hombre y la mujer. De su vientre nacen tres bellas hijas: Las Horas, personificaciones de las estaciones del año, y tres algo más escalofriantes: las Moiras, oscuras tejedoras del destino de los hombres. Las primeras -Eunomia, Dices y Eirene-, simbolizan el buen orden, la armonía y la paz. Son el espejo de su carácter optimista, una apología a la vida y su aparente belleza. De las segundas -Cloto, Láquesis y Átropos-, Temis refleja una tendencia rectora del sino de los hombres. Ellas tejen el delicado porvenir humano en las profundidades del Tártaro. Así, la imagen glorífica de la diosa es desparramada antíteticamente en sus hijas: en las primeras la pasividad del hombre frente a su destino; en las segundas el ingente poder para recrear el mundo.

En Temis surge la mística idea de que el verdadero medio para la consecución de la Justicia como valor -el Derecho Infinito-, no es más que la “derechura de la acogida hecha al rostro” leviniano. Los relatos la caracterizan como “la de las hermosas mejillas” y la representación de su efigie en el templo de Némesis así lo avalan: belleza combinada con bondad compasiva (como en la escena donde es la primera en ofrecerle una copa a Hera, que vuelve al Partenón arrepentida por su desobediencia). En el fondo, no sólo un impulso de los presocráticos hacia lo inmaculadamente bello –una representación antropomórfica de la armonía y la templanza-, sino que también un profundo arrobamiento en la beatitud de la vida. Acompañada de esta inherente magnificencia, su influjo alcanza lo institucional, derivando en la consagración de jueces, conocidos como sus sirvientes, los themistopoloi.

Némesis, por su parte, conformaría la síntesis de las segundas hijas de Temis. Hija de Urano, es la moira entronizada como justicia eterna sobre los destinos de los dioses y los hombres. Mide la felicidad o desdicha de aquellos que han tenido fortuna al humillarles en caso de que se vuelvan vanidosos. Famoso es el episodio de la muerte de Narciso en que la diosa lo condena por rechazar a la ninfa Eco. Extasiado de su terrible hermosura, lo ahoga en el lago.

Esta diosa responde al caótico deseo de venganza fruto de la profunda influencia oriental de la Grecia prehelénica: lo que hoy llamamos "auto-tutela" (coincidentemente Richard Graves señala que la imagen de Némesis se construyó con el mármol que originalmente iba a coronar una fallida conquista del Ática). Además Némesis surge y participa de las profundidades -algunos relatos dirán el océano, otros las tinieblas- traumáticamente componiendo los disparates de la suerte (Tique). Es por ello que en su representación icónica aparecen antorchas, espadas y serpientes situándola en un plano hostil.

En una comparación simbólica, Némesis representa el equilibrio para la tragedia vital del antiguo griego. Ante la aparente belleza y legalidad temística que rige la existencia, el pre-helénico se desgarra. Necesita de lo imperfecto, de la mácula, aquella “profunda injusticia” que finalmente representa a través de la monstruosidad del castigo y el horroroso regreso a los infiernos.




EL ÍCONO ÉTICO

A partir de la dualidad Temis-Némesis los griegos clásicos desarrollarán la iconografía de la Justicia conforme a sus propias ideas racionalizadoras. Sólo desde este momento podernos hablar del símbolo de la Justicia como tal, el ícono ético.

El sabio poeta Toegnis de Megara ya decía un siglo antes que el de Pericles que “en la justicia se hayan representadas todas las virtudes”. Con semejante preámbulo, los filósofos clásicos se dedicaron a otorgarle una fisonomía conceptual que construyeron a través de la virtud. Además de ser jerárquicamente superior a las otras, la Justicia proporcionaba una última cohesión al sistema de valores.

Volando a través de los siglos, semejante idea fue recibida en el mundo cristiano a través de San Ambrosio y San Agustín, con evidentes intenciones de adecuarlos a la naciente teología. Finalmente es Santo Tomás de Aquino quien en su Summa Theologiae la caracterizaría como el hábito de la voluntad de tipo justinianea tan conocida entre los juristas y las enmarca dentro de las virtudes cardinales del hombre (prudencia, templanza y fortaleza).

Omitiendo el análisis iusfilosófico que no viene al caso, sí importa mencionar que semejante adaptación conceptual constituyó un importante punto de inflexión en la representación icónica de la Justicia. Por influencia política (alejandrina y posteriormente romana-católica) las virtudes cardinales fueron objetos de innumerables estatuas, pinturas, adornos y otras ilustraciones alrededor de todo el orbe conocido. Su finalidad, sin embargo, no era la de un objeto de culto como las representaciones de las precedentes deidades, sino la conservación de ciertas categorías axiológicas que, complementadas a posteriori con una cierta argumentación racional, debían incorporarse en la conciencia social. A través de la imagen de la Justicia había un verdadero intento institucional por reformar valores.

De esta manera -alejada de su sentido estético original- la Justicia se entronó como monumento al orden impuesto, a la jerarquía y a la razón. Se volvió civilizadora y, por ello, se erigía en las fachadas de tribunales y juzgados locales. A la par con la idea de un procedimiento formal como condición necesaria para la solución de los conflictos, se representó a una mujer blandiendo cadenas u armas. Nuevos elementos iconográficos producto de nuevos elementos conceptuales. El más bullado ejemplo, la balanza, representa a la mayor novedad del sistema: la Equidad, el fruto de la experiencia.

Ahora bien, por sobre el estricto cumplimiento de la ley mundana –muchas veces a través la nueva técnica de la equidad- las resoluciones debían adecuarse con un llamado natural, atendiendo a una prolija observancia de la realidad y a una correcta intelección. Semejante imperativo de la época, fundado en consideraciones dogmáticas y metafísicas también tienen su correlato iconográfico. Aquí es donde subyace el sentido de los libros jurídicos o bíblicos que la Madre Justica toma y lee: las únicas fuentes apropiadas sobre las cuales el jurista puede poner en práctica a la primera virtud del hombre.




LA JUSTICIA ENCEGUECE

Esta creciente formalización e institucionalización del concepto devino en disquisiciones sobre el método. Incipientemente en el siglo XVIII y ya con fuerza en el XIX (junto con la eventual caída del aparataje espiritual y el creciente inmoralismo), el positivismo explota en Europa y sus efectos inundan el orbe jurídico.

En efecto, sobre la base de “De los delitos y las penas” –un imprescindible de la literatura de la ilustración-, se construyen las bases del positivismo arcaico. En este libro, Cesare Beccaria plantearía el irrestricto sometimiento de la ley al texto, desdeñando la indagación sobre el espíritu. Sobre ella escribiría:

“[…] sería la resulta de la buena o mala lógica de un juez, de su buena o mala digestión; dependerá de la violencia de sus pasiones, de la flaqueza del que sufre, de las relaciones que tuviere con el ofendido y todas aquellas pequeñas fuerzas que cambian las apariencias de los objetos en el ánimo fluctuante del hombre”.

Semejante fenómeno tenía que reflejarse en un elemento iconográfico. La Madre Justicia, antes armada de espadas y libros, sufriría de una carencia: se le vendarían los ojos. Con ello se le amputaba al símbolo de feminidad, una de sus cualidades fundamentales y originarias. Perdía, a favor del nuevo concepto, su impresión intuitiva y artística. A cambio, ganaba características masculinas propias de los jueces, la lógica y la racionalidad.

Nada de miramientos específicos, nada de discurrir sobre el Derecho aplicable en virtud de criterios sobre su calificación o relevancia, bastaba atender sobre la exactitud de los hechos. Un producto de una insana época anterior (llena de injusticias y sinrazones) que quiso superarse. Quizás algo entendible para aquellos viejos juristas de épocas pretéritas, pero inaceptable para las épocas venideras.



POR UNA JUSTICIA VIVA

El efecto de la venda que le cubre los ojos empezó a crecer. Tanto la limitaba, que de sólo enceguecerla empezó a momificarla. La Justicia, antes tan bella y sonrosada -llena de esplendorosa vida-, palideció.

Y es entonces cuando el legislador reaccionó. Ante esta nueva realidad metafórica le otorgó una oportunidad para revivir: el actual Estado Constitucional Democrático. De algunos principios informadores del ordenamiento jurídico, promulgados en las distintas cartas fundamentales (como la obligatoriedad de los jueces a dictar sentencias fundadas), surgen nuevos bríos. La Justicia como mujer-valor se vuelve más independiente que nunca, raja sus vendajes atrofiantes, asegura su espada y prepara la balanza. Su objetivo no es sólo el esclarecimiento de los hechos, sino que una verdadera relectura del Derecho aplicable, aquella que sea la mejor posible.

Una buenísima concreción de lo anterior lo constituye la estatua de la Justicia en el frontis de la Corte de Apelaciones de Valparaíso en Chile. Con una mirada hacia el horizonte del mar y una postura desafiante, otorga la bienvenida a jueces, abogados y justiciables. La leyenda dice que es obra de un escultor que, enfadado por una resolución en su contra, transgrede el modelo decimonónico. Lo cierto es que se planta radiante y serena, con una mano en la cintura y otra sujetando casualmente sus instrumentos. Rompe el molde. Se para frente a la Ley que antes la sujetaba, la mira cara a cara y, tal como lo hacían los antiguos, "siente" el Derecho. Finalmente arrojará su espada sobre las cabezas de quien corresponda, pero no sin antes esgrimir sus razones.

Este es el nuevo paradigma icónico, la nueva Justicia. Se corresponde con la libertad preconizada por nuestros actuales principios además de una herramienta que se vuelve más fundamental que nunca, la argumentación. Es Temis, es Némesis, es la virtud que se exige, y es la garantía de seguridad. Es, en fin, aquella mujer madura capaz de enfrentarse a lo desconocido, caminar tranquila por los diferentes caminos del Derecho y no temer a la oscuridad.


BIBLIOGRAFÍA

BECCARIA, Cesare: "De Los Delitos y Las Penas", Editorial Alianza, Madrid, 1968.
GRAVES, Robert: Los Mitos Griegos I, Alianza Editorial, Madrid, 1985.
JUNG, Carl G. et al.: El Hombre y sus símbolos, Editorial Caralt, Barcelona, 1997.
LEVINAS, Emmanuel: Totalidad e infinito: ensayo sobre la exterioridad, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1987.
NIETZCHE, Friedrich: El Nacimiento de la Tragedia, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.




Estatua de la Justicia
Corte de Apelaciones
Valparaíso, Chile

domingo, 29 de agosto de 2010

Juventud, Alternativa e Internet

En lo que sigue, aporto con un pequeño texto -algo naive debo admitir-, que quedó muy bien ponderado según algunos lectores. Por sobre eso, sin embargo, lo publico por su evidente valor sincronístico con lo sucedido en el "caso Barrancones", experiencia inédita en Chile.

El Rol Particular de los Jóvenes en la Derrota de los Problemas Globales[1]


Cuando el uruguayo José Enrique Rodó escribió su célebre ensayo Ariel -inspirado en el rol de la juventud en la Latinoamérica de su época-, quiso dirigirse a ella enmascarándose en el viejo y venerado maestro Próspero. Allí, con un agudo sentido de la realidad, advierte a los jóvenes que deben ser actores de su propia realización, participando en todas y cada una de las problemáticas que se le presenten. “Aspirad pues –escribe- a desarrollar en lo posible, no sólo un aspecto, sino la plenitud de vuestro ser. No os encojáis de hombros ante ninguna noble y fecunda manifestación de la naturaleza humana, a pretexto de que vuestra organización individual os liga con preferencia a manifestaciones diferentes. Sed espectadores atentos allí donde no podáis ser actores”[2].

Inspirado en este manifiesto poético-filosófico, el presente trabajo expone sucintamente la tesis de que el rol de los jóvenes en la derrota de los problemas -incluso desde sus inicios como categoría social-, dice relación con un cierto reconocimiento cultural de la alternativa, objetivamente plasmada en una permanente evolución metalingüística. En particular, ante los problemas globales de la actualidad, planteamos que este rol se desarrolla en conformidad con el manejo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, privilegio con que cuenta la juventud de la posmodernidad.

Según la historiografía canónica, la adolescencia fue inventada al principio de la era industrial, pero no se empezó a democratizar hasta alrededor de 1900, cuando diversas reformas permitieron que surgiera una nueva generación consciente de crear una cultura propia y distintiva, diferente a la de los adultos [sic][3] . Desde el principio, entonces, subyace en la juventud la concepción de que sus integrantes se relacionan de una manera especialísima con su entorno, distanciándose, desde esta especial perspectiva, del mundo adulto. A partir de esta idea, el desenvolvimiento del movimiento juvenil osciló entre un originario interés institucional y una auténtica rebeldía inter-clasista, conforme a la adquisición de mayores autonomías [4].

Ahora bien, con independencia de los relativos contrastes entre las diversas generaciones de jóvenes a lo largo de la historia, existe un punto de convergencia fundamental respecto a todos ellos: la posibilidad real de marcar una alternativa que se constituya en transgresión creativa y determinante para el progreso sociocultural.

Generalizada es la opinión de que durante la juventud, ese precioso y más o menos indeterminado espacio de tiempo -entre niñez y adultez-, el hombre está sujeto a “la tiránica absorción de un alto entusiasmo y del desborde de un desinteresado propósito ideal” [5].. Postulamos que dicho entusiasmo se encauza en el marco de una construcción valórica siempre novedosa, vertida en inéditos juegos de usos y costumbres. En la práctica, la permanente creación de estos verdaderos sistemas metalingüísticos -conformados por un vocabulario y una estética distintiva-, condensa una compleja dinámica social en función de la mencionada alternativa. Frente a los convencionalismos tradicionales y pragmáticos del hombre mayor, el joven enérgico, con fe en el porvenir y confiado en el esfuerzo humano, se manifiesta en contra del sosiego institucional y a favor de distintos propósitos fecundos.


En la actualidad, los jóvenes del siglo XXI no se encuentran excluidos de esta especial posición frente al resto de la sociedad. Desde los computadores e instrumentos electrónicos configuran su vida y el mundo; y con ello nace una nueva tríada metalingüística: la democratización de la información como ideología, la tecnología como estética y el lenguaje digital. Adalides de la vanguardia –que esta vez se confunde con la técnica-, los jóvenes del siglo XXI gozan de una facilidad innata para monitorear permanentemente la realidad mundial a través de la red, otorgándoles la posibilidad de convertirse en verdaderos agentes opinantes frente a los problemas globales (v.g. la contaminación ambiental, la guerra, la pobreza y el hambre, el SIDA, la crisis económica o las violaciones a los derechos humanos). Es más, su rol puede exceder a la mera denuncia masiva y trascender hacia el rol de agentes de cambio online.

El ejemplo más citado sobre el uso de Internet como potente plataforma ocurrió en 1994, cuando el subcomandante Marcos encabezó una revuelta de jóvenes indígenas en Chiapas que, más que las armas, utilizaron las nuevas tecnologías de la comunicación para difundir sus reclamaciones y consignas [6]. Así, desde la que se ha denominado “la primera guerrilla posmoderna”, muchos jóvenes en todo el orbe han utilizado este medio no tradicional -que les es consustancial a sus habilidades-, no sólo para manifestarse en contra de las injusticias, sino también en la búsqueda de soluciones creativas e innovadoras.

A modo de conclusión, un emplazamiento. Según lo explicado, el particular rol de los jóvenes en la derrota de los problemas globales es el desarrollo de una alternativa a las respuestas del mundo adulto, que hoy empalma específicamente con la expansión de las nuevas tecnologías como plataformas metalingüísticas. Pavimentado el camino a través de la red global y sus enormes posibilidades, sólo queda persuadirlos, como herederos natos de aquella herramienta comunicacional, para que hagan un vínculo permanente entre los reales problemas y las soluciones que pueden encontrarse -o incluso crearse e impulsarse- desde el mundo virtual. En fin, con Rodó, el llamado es a no encogerse de hombros y, cuando no se pueda ser actor, al menos ser un espectador atento desde la privilegiada tribuna de la posmodernidad (@).

La Serena, Julio de 2010.



Video promocional Salvemos Pta de Choros

[1] El presente texto fue presentado a INJUV en cumplimiento de las bases de postulación para el programa “Barco de la Juventud del Mundo”.

[2] RODÓ, José Enrique: “Ariel”, The Project Gutenberg e-book of Ariel

[www.gutenberg.org/files/22899/228899-h/22899-h.htm], pág. 8.

[3] FEIXA, Carles: “Generación XX. Teorías de la juventud en la era contemporánea”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Vol. 4, N°2, 2006, publicado online en [www.redligare.org/IMG/pdf/teorías_juventud_era_contemporánea.pdf], pág. 3.

[4] Ver FEIXA: Op Cit.

[5] RODÓ: Op. Cit. pág. 9.

[6] Cfr. FEIXA: Op. Cit. Pág. 13